No es, a priori, un sitio donde llevarte una bici, sino más bien unas botas de montaña y un bastón, pero la lógica es algo que, a veces, no entra en nuestro vocabulario cuando nos obsesionamos con algo.
Quizá alguna decisión equivocada le quitó ciclabilidad y alegría a la ruta, pero después de unos días, se me ha olvidado el cabreo y sólo tengo buenos recuerdos e increibles postales en la mente.
Espierba es un minúsculo pueblo dividido en minúsculos barrios al cual se llega por una empinada carretera.
La pista de subida es larga y dura por la grava, pero te recompensa con grandes vistas de Ordesa y Monte Perdido.
Llegando a un primer collado que resulta no ser el final de la subida.
Sin embargo, merece la pena parar porque las vistas son impresionantes.
Un poquito más altos se ve aún mejor. Pedaleando a más de 2000 mts.
Este sí es el último collado, y desde aquí tocará porteo y lamentaciones. 300 mts. de desnivel en tan poco espacio y con la burra a cuestas sólo significan dolor y arrepentimiento.
Las vistas, aún mejores. Privilegiados por ver formaciones naturales tan curiosas como esa "plaza" alpina.
Queda menos para el objetivo; parece que no llegue nunca.
Ahora sí, estamos en una de las mejores atalayas del Pirineo, pese a no ser de las más altas.
Jugando en la misma cresta del Comodoto.
Los tramos que se pueden bajar con semejante airazo y una buena inclinación son de foto, y paramos varias veces.
A veces es mejor asegurar. Realmente es muy empinado y el aire acongoja y aturde.
Tras no encontrar la verdadera trialera de bajada hasta el GR11 y tener que hacerlo por una bastante peligrosa y poco ciclable, un bocadillo y una cervecita contribuye a animarnos y a apreciar mejor dónde hemos estado y lo que hemos hecho.
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