6.11.11

Hacia una futura "TransCazorla": etapa 2 de exploración



A pesar de la paliza del día anterior, no nos costó mucho levantarnos, bajar a desayunar y hacer un pequeño esfuerzo para convencer a Sergio de que montar sólo un día "es de pobres". Evidentemente, no logramos convencerlo, y el Bosnio y yo nos miramos de reojo y supongo que pensamos lo mismo: hoy sería más duro que ayer, aunque fuese más corto, porque no habría que esperar a nadie.

Bastante animados, salimos del Hotel Mirasierra carretera abajo, en dirección a Coto Ríos, pueblo que dejamos a la derecha en unos minutos, ya que buscábamos el cruce que lleva al cámping Llanos de Arance. Sin ningún problema de orientación, tomamos la pista que bordea por el Este el Pantano del Tranco y pronto nos plantamos en el cruce de Aguamulas. Aquí, cogimos el camino de la izquierda, puesto que pretendíamos subir hacia los Campos por Majal Alto.

En principio, la subida es cómoda y yo me sentía bien. De pie sobre los pedales, me encontraba descansado y cómodo y, quizás, fui algo más rápido de la cuenta. No me preocupó mucho ver que el Bosnio se quedaba como un San Bernardo borracho de anisete, porque sé que aunque le cueste arrancar, luego es un valor seguro y los papeles suelen invertirse. Así que no me importó hacerle sufrir un poco por una vez.

Al poco, me cogió, me abroncó brevemente y nos pusimos en un mano a mano respetuoso pero sin concesiones al mariconeo: un ritmo fuertiflojo donde cada pedalada cunde pero "pica", y que resultó ya muy exigente para ambos -para mí más- al final del puerto, que es verdaderamente duro con tantos kilómetros de subida acumulados.

Como no había a quien esperar, coronar y lanzarse hacia abajo fue todo uno, y disfrutamos mucho de los caminos, inclinados y más limpios que otras veces, hacia Las Canalejas, en cuya fuente paramos a repostar y comer algo tras una hora y media escasa desde la salida del hotel. Es increible, por cierto, que el mapa que portábamos "por si las moscas", no refleje esta fuente, en la cual hemos parado muchas otras veces y siempre se ha encontrado rebosante de agua fresca y limpia.

En unos minutos, iniciamos la subida junto al cementerio con ánimo y fuerza y pronto oteamos el poblado de Los Centenares desde arriba y todo el barranco que se extiende a sus pies, más bonito que nunca. Álamos amarillos, arces rojos y todos los colores del otoño vistos casi por el rabillo del ojo en la fugaz bajada hacia las casas. Tras alguna duda, decidimos que el camino que nos llevaría a lo largo del Barranco del Lobo era el más evidente, y nos lanzamos por él. Era realmente de ensueño tanto el trazado como el estado del piso, divertido en su justa medida, muy inclinado y viendo animales continuamente. Por cierto, hasta un poquito más adelante, no vimos a las dos únicas personas con las que nos cruzamos en toda la ruta. Esta pareja nos orientó en un momento de pequeñas dudas, y proseguimos la bajada pegados al curso del río, por senderos divertidos e inhóspitos.

Fue en las casas de Las Huelgas donde estuvimos perdidos un buen rato, ya que no lográbamos encontrar el sendero en el laberinto de arroyos, barrancos y cascadas que allí se forma. Tras un buen rato, dimos con él y, ya bastante cansados, hicimos todo lo que supimos para remontar un buen monte por el singletrack. El Bosnio hizo gala de su fuerza y habilidad y subió zonas realmente complicadas de piedras y raíces sin poner un sólo pie, lo que me pareció increible con la paliza que ya levábamos encima. Yo, conociéndome, ahorré fuerzas en este tramo y sólo monté en los tramos que exigían algo menos de esfuerzo, que no poco, para garantizarme llegar a nuestra meta, Pontones.

El resto de la ruta, excepto alguna pequeña bajada, fue prácticamente subir por caminos muy bonitos y especialmente exigentes, pues se encontraban muy mullidos por las lluvias aunque, por suerte, con poco barro. Hubiera sido durísimo de estar embarrado. Casi sin hablarnos y a un ritmo incomprensiblemente incómodo para ser amigos, pasamos junto al Nacimiento del Segura y "coronamos" la subida, viendo ya a los lejos Pontón Alto, al cual llegamos por el único camino feo de la jornada. Desde Pontón Alto hasta Pontones fue coser y cantar por un tramo de carretera junto al río.

Tras encontrarnos allí con el Piltri y Sergio, cambiarnos y reponer energías en un bar, estuvimos de acuerdo en que esta segunda jornada, a pesar de ser prácticamente la mitad de larga, había sido más dura y más bonita que la primera. La belleza del Barranco del Lobo tiene difícil comparación con otros muy bonitos lugares de estas sierras.

Aunque queda regarla y abonarla, la semilla para una futura TransCazorla está plantada.

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