2.11.11

Hacia una futura "TransCazorla": etapa 1 de exploración



El pasado fin de semana anduvimos de exploración en Cazorla, esas sierras tan andadas, pero tan sorprendentes una y otra vez. Para mí, han sido las dos mejores rutas que he hecho nunca por la zona, aunque por diferentes motivos.

La idea era realizar dos rutas lineales, con salida y llegada en distinto lugar, aunque, como siempre, dejamos cierto margen a la improvisación y la exploración, que eso de llevar todo perfectamente planeado no es lo nuestro y, ni sabemos hacerlo, ni lo disfrutamos del todo.

El Bosnio, Sergio, el Piltri como apoyo y el que suscribe era el dream team que pretendía llevar a buen puerto las buenas intenciones iniciales. Sé que pintaba mal.

La primera etapa la planteamos como "Cazorla - Coto Ríos", aunque en la práctica resultó "Cazorla - Piscifactoría del Borosa", puesto que bajamos la última trialera totalmente a oscuras, y era un riesgo importante terminar con los 3 o 4 km de carretera hasta el hotel.

Salimos sin muchas prisas desde la Plaza de la Corredera de Cazorla, siguiendo la ruta que conocemos perfectamente de tanto repetir, hacia La Iruela por carretera. Una vez superado dicho pueblo, empezaba el mtb de verdad: sendero arriba por el paraje conocido como "Las Lanchillas". Dicho sendero, en ocasiones trialera, se dirige tomando altura dirección al Puerto de las Palomas, aunque finalmente remonta un collado un poquito más al sur y cae a la carretera cuando esta ya baja hacia el Empalme del Valle. Fue realmente bonito y el sendero se encontraba limpio de ramas y árboles caídos, contrariamente a las previsiones, aunque las resbaladizas piedras nos costaron algunos pasos de más y, a mí, un "huevo" tamaño pelota de "ping-pong" en la espinilla, cortesía de mis pedales de aspas.

Aquí en el cruce, Sergio prefirió ahorrar un par de cartuchos y obviar el duro Sendero del Oso, dirigiéndose directamente por carretera hacia Vadillo Castril. El Bosnio y yo, fuertecitos aún de piernas y de moral, disfrutamos tanto subiendo como bajando posteriormente hacia el Puente de las Herrerías, desde donde nos dirigimos unos kilómetros por carretera hacia Vadillo y posteriormente dirección a Campamento de Linarejos, que dejamos a la izquierda puesto que continuamos la pista hacia la Nava de San Pedro.

Confiados en que Sergio no nos habría sacado apenas distancia con el atajo, si es que no venía por detrás, empezamos la pista como si no fuésemos amigos, para cogerlo en la primera de las hipótesis, o para hundirlo en la más absoluta miseria en la segunda. Por suerte, iba con tanta ventaja, que no logramos alcanzarlo... ¡hasta casi Collado Bermejo! Después de decirle lo "cabroncete" que era por no esperarnos, seguimos al mismo ritmo por si acaso se recuperaba y , efectivamente, se descolgó como un saco de martillos y hubo que esperarle un poquito para hacer juntos una entrada triunfal en el Control de Rambla Seca y, posteriormente, en el refugio de pastores del mismo nombre, donde nos esperaba el "trío calavera".

El soldado raso Piltri y los autóctonos Jose y Víctor nos esperaban entre humos de distintos olores, acaparando el refugio como buenos montañeros con sus voces y "buen rollito". Las papas a lo pobre, las chuletas, los chorizos y el vino nos sentaron de muerte, más aún cuando la temperatura había bajado mucho, y las nubes acariciaban a ras de suelo los Campos de Hernán Perea (Campos de Fran Perrea para nosotros).

Con bastante pereza, tuvimos que reanudar la marcha, sin sospechar aún que nos faltaría tarde. Los dos aborígenes locales bajaron sus respectivos "cacharros" de descenso, confiados en que pronto le darían buen uso. Sin embargo, se vieron obligados a casi arrastrarlos más de diez kilómetros por los Campos (muy digno de ver el camino en su primer tramo) hacia la base del Banderillas.

Víctor, con problemas de ampollas al estrenar zapatillas, tuvo que parar un par de veces a intentar solucionarlo de algún modo, y el tiempo se nos echó definitivamente encima. Una vez atravesado Pinar Negro, subimos la ladera del Banderillas hacia el Puntal del Águila, nombre al que hace perfecto honor, pues la vista desde allí impresiona. El reto era bajar lo máximo posible del Tranco del Perro, pero la práctica nos demostró que era una temeridad bastante por encima de nuestro nivel y del de cualquiera que no llevase paracaídas.

Así, con más pena que gloria, y decepcionados por la dificultad de la trialera, que no por el paisaje, llegamos finalmente a tramos mucho más ciclables, y a la aldea abandonada de Los Villares, desde donde ya tuvimos verdaderas dificultades para ver algo en los pasos en los que el bosque se cerraba. Por cierto, la actividad maderera o de desmonte ha robado gran parte de su belleza a este sendero, que termina prácticamente en la Piscifactoría del Borosa, donde llegamos a tientas y fuimos recogidos por nuestro salvador de La Legión.

Total: unos 75 km y unos 2000 metros de desnivel positivo, que nos dejaron satisfechos pero algo mosqueados por no haber podido disfrutar la última bajada del todo.

El paisaje y los colores de la sierra, espectaculares. Probablemente, el mejor fin de semana del año, por una vez, con una temperatura, humedad y estado de los caminos perfectos.

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