14.4.08

Cuando aprendimos a temer al "kajunazo"


-Señor, aquí me tienes.
-Sí, Kajuna.
-Señor, sé que he pecado mucho.
-Sí, Kajuna.
-Señor, ten piedad de mí y cuida de mis compañeros bikers; en el fondo tienen buen corazón.

-Sí, Kajuna.

-Señor, perdóname por haber usado el nombre de Kajuna en vano, sé que Walt Disney es muy amigo suyo.

-No pasa nada, Kajuna.

-Señor, ¿por qué hace tanto calor aquí?

-¡Porque esto no es el cielo, coño, soy Lucifer
!

Kajuna volvió en sí inmediatamente.

El día amaneció tranquilo. Kajuna no había dormido nada esa noche, presa de los nervios y la excitación. Cuando el prior Agustín le recogió, sintió que ese iba a ser un gran día.

El viaje se le hizo largo, a pesar de ir escuchando en su ipod la discografía de Parchís, sus favoritos. Se asomaba inquietamente por la ventanilla, intentando divisar algún sendero entre la maraña de vehículos de la autovía, aunque solo conseguía tragar aire y verse obligado a recurrir a la Biodramina a granel que le había comprado su esposa en Colado el día anterior.

Cuando llegaron a la casa donde se alojarían, Kajuna saltó del coche antes de que este se detuviese, y corrió raudo al salón donde servían el desayuno. Allí, aplicando la filosofía de "haz gasto, que está pagao", engulló compulsivamente tres croissants, un par de tostadas con mantequilla y mermelada, un montado de lomo con queso, un pastel de manzana y medio litro de zumo, rematando con un café solo bien cargadito para no dormirse sobre la bici.

Se sentía dichoso y afortunado por poder montar con sus amigos en un entorno tan maravilloso. Él no conocía sus nombres, pero los senderos Schmidt y Ortiz consiguieron colocarle en un estado tal de euforia, que creyó que llegaría a un pecaminoso y vergonzoso orgasmo delante de su prior.
Jamás había hecho senderismo en un bosque nevado, congelado, lleno de barro, raíces, rocas graníticas, pendientes imposibles y tranquilidad absoluta.

Ya de vuelta, las dudas de fe comenzaron a aflorar en su ocupada mente. Si Saturio, que como todos sabemos es budista o musulmán o algo de eso, flota sobre las raíces cual ramita sobre el agua tranquila, ¿cómo podía ser que un cristiano devoto, entregado al señor, amigo de sus amigos, fuese peleándose contra su cuerpo, el entorno y su bicicleta y pasase con más pena que gloria por esos lugares tan apropiados para alcanzar el equilibrio espiritual? Algo estaba fallando.

Después de la opulenta comida, Kajuna seguía preocupado. Cuando Goyo planteó la idea de ir a dar unas vueltas al circuito de karts, nuestro protagonista vio la posibilidad de poner a prueba al Señor. Si lograba batir el record del circuito, querría decir que Dios lo amaba, que no se olvidaba de él. En cambio, si no lo lograba, querría decir que estaba solo, que la mano que nos cobija abría los dedos para que solo él se mojase con la lluvia. Sería uno de los "no elegidos".

No es difícil imaginar el nerviosismo que le dominaba durante la tensa espera. Ni siquiera una Coca-Cola y una caña de chocolate consiguieron sacarle de ese estado. Cuando se colocó el mono y el casco, supo que la suerte estaba echada, y que en solo diez minutos su vida podía cambiar para siempre.

Cuando se quitó el casco, sabía que Dios le quería, había conducido como un auténtico Fitipaldi. Cuando vio los tiempos, y comprobó que era el penúltimo, el rictus le cambió. Se ensombreció su eterna sonrisa. Su piel palideció. Las piernas le temblaban. Aquello quería decir que el Señor no le quería entre los suyos.

A los pocos minutos de emprender el viaje de vuelta a casa, Kajuna se atrevió a decir las primeras palabras desde el banderazo de cuadros:
-Maestro Agustín, ¿me quiere el Señor?
Durante unos segundos, el silencio se apoderó del vehículo, y temió lo peor, una respuesta negativa. Pero no podía imaginar que esta sería aun más despiadada. De los labios del maestro salieron unas palabras envenenadas:
-Kajunilla, llevo tiempo queriendo decirte una cosa...
-Dime, maestro, por favor.
-Kajunilla, Dios no existe.

Un dolor punzante se apoderó de sus sienes. No podía ser. El estómago le dio un vuelco. Necesitaba vomitar. Su malestar crecía por momentos, y el viaje de vuelta se convirtió en un auténtico calvario. Cuando llegaron, no podía ni tan siquiera apearse del coche y andar hasta su habitación. Sus compañeros tuvieron que arrastrarlo hacia ella, y dejarlo yacer inconsciente sobre la cama.

Fue entonces cuando tuvo aquella conversación con el Señor. O eso pensaba él hasta que escuchó las palabras estridentes de aquel ser: "-¡Porque esto no es el cielo, coño, soy Lucifer!"
Cuando empezó a correr en sentido contrario por el túnel por el que llegó, pensó que no habría escapatoria, que Lucifer le perseguiría, le agarraría de los pies, y caería de boca sobre el suelo, antes de ser arrastrado de nuevo hacia el infierno.

Sin embargo, fue entonces cuando recordó unas palabras que hacía un tiempo había escuchado en la iglesia. Bueno, más bien en la puerta de la iglesia, a la salida de uno de los sermones del maestro. Recordaba perfectamente las palabras de aquella anciana: "La sanidad pública está fatal. Cuando le dio el infarto a mi marido, los de la ambulancia le preguntaron si quería irse con ellos al hospital. Como no respondía, uno le cogió la mano y le puso un boli entre los dedos. Firmó con la mano de mi marido, y se fueron. Yo creo que ya estaba tieso".

Aquel recuerdo fue el pinchazo que le despertó. Él no dejaría que nadie firmase aquel papel con su mano. Lo firmaría él. Abrió los ojos y vio a los dos ats. Cuando le pasaron el impreso y un bolígrafo, Kajuna supo que Dios sí existía. Y dio gracias por ello.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De vuestro pil que os quiere:verdades tan grandes como el reino de Dios se han escrito en estos parrafos PERO...una cosa a tener en cuenta: el dia que los cabrones del mundo hechen a volar, todos y cada uno de los que aquella noche presenciamos esa experiencia extrasensorial de kajunilla(menos el bosnio que yacía casi en el mismo estado pero preguntandose la existencia de la virgen del shimano) subiremos que tan alto, que miraremos hacia abajo y con desprecio al mismisimo lucifer. ¿quien te quiere a ti?