13.8.07

Ni contigo ni sin tí



Después de aproximadamente una semana montando casi todos los días, mi zona inguinal-perineal-escrotal pide un descanso inminente.
Mi extraña capacidad para olvidar completamente la necesidad de salir en bici, y recuperarla el día menos pensado en forma de ansia compulsiva, podría ser objeto de estudio en alguna facultad de Psiquiatría del ámbito de la Ciudad de las Ciencias y las Artes (Almodóvar).
No sé cuál es el botón que activa y desactiva mi "modo biker"; el caso es que estoy de vuelta para castigo mental de mis sufridos colegas.

El castigo físico deberá esperar, debido a mi deplorable capacidad aeróbica, a causa de mis últimas incursiones en el mundo del fitness y las artes marciales, disciplinas que me han dejado en una situación muscular óptima para darle descanso a la mula del arao del Bosnio, pero inútil para no hacer la goma clavado en un sillín, como bien han comprobado mis gregarios carreteros: Orozco "el de la dote", Pedro "X3 con slicks de asfalto", Goyo "inmobiliarias" y Ñacle "otro-año-interino-como-yo".

Estas idas y venidas de mi personalidad me llevan a comentar otro hecho digno de teorías científicas y cábalas de todo tipo: ¿Por qué Sergio se empeña en mantener una relación tormentosa de amor-odio por el mountain bike?

Es difícil de comprender y, sin embargo, ya se ha convertido en una imagen cotidiana y casi necesaria la de Sergio empujando una Intense, una Sunn, una Specialized o la marca que se compre, con una actitud de resignación, pero cierta dignidad, capaz de admirarnos a todos los que le esperamos sentados en cualquier piedra.
Se barajan dos opciones para explicar tamaña afición al sufrimiento del culipardo más puertollanero, después de Osquillar, claro, porque la Epic de carbono no creo que le luzca en las llanuras capitalinas...
La primera de las explicaciones posibles es que Sergio ni sienta ni padezca, pero esta teoría no tiene ni pies ni cabeza, si tenemos en cuenta que todos hemos visto su demacrada expresión y sus facciones conmovedoras incluso tras coronar los más leves repechos del carril-bici.
La segunda, y más probable causa de la insistencia de Sergio en la práctica de nuestro deporte, es que le gusta más que a cualquiera de nosotros.

Sin duda, yo me decanto por esta segunda explicación, apoyada además en el hecho de que no le duelen prendas en meter su "andamio" talla XL dentro del flamante Mini sin más dolor que el de sus cuádriceps machacados por el "viacrucis" ciclístico que haya tocado ese día. ¿Qué será lo próximo? ¿Intentar batir el Guiness de "número de camas de forja que caben en un Mini"?

Quede patente mi sincera admiración por el espíritu incansable y la actitud eternamente positiva de nuestro Sergio. Sirva esto de homenaje.

No hay comentarios: