18.4.11

De jornadas laborales y peonadas

"Si nos pagasen, no lo haríamos" es una frase que he escuchado varias veces a lo largo de estos años de rutas, y que resume perfectamente la última locura en Gredos, que tuvo lugar este fin de semana.

A pesar de saber que podíamos y lo íbamos a conseguir, porque estamos más que curtidos en situaciones parecidas, la ruta asustaba un poco antes de salir. La nube perpetua que cubría las cumbres que pretendíamos saltar no ayudaba a la confianza y motivación del personal.

Personalmente salí y llegué con la determinación y el optimismo que me produjo el desayuno de tierno bizcocho casero de nuestra madre adoptiva por dos días. Sólo un centenar escaso de metros de sendero entre pinos nada más comenzar y el olor de la vegetación y la humedad ya pueden resucitar a cualquiera, por pocas ganas de bici que tenga.

La subida por la "calzada vieja", y la posterior por la Calzada Romana es exigente, pero uno se siente un poco intruso e impresionado en un escenario tan grandioso; una insignificancia en la historia de un camino tantas veces sufrido por tantos.

Por fortuna, el cordel que une el Puerto del Pico y el Puente del Duque estaba relativamente seco y el granito descompuesto no sacó los brazos para agarrar nuestras ruedas como otras veces. Un río Tormes rebosante de agua limpia y presumiblemente helada nos recibió en el Puente del Duque, donde repostamos agua para lo que venía.

El tramo de carretera hasta la entrada del camino del Puerto del Peón siempre supone más desgaste del que se presupone por el asfalto tan áspero que tiene. Una vez en el camino,cuando superas una pequeña loma y el paisaje se abre, el inconsciente debe ser influido por la foto que ves, porque empiezas a tener la sensación de que viene "lo gordo" y que dejas el campo para entrar en la montaña, con todo lo que ello supone.

La nube seguía instalada el las cumbres e impedía ver el paso del puerto, pero todos intentamos ignorarla y avanzamos con decisión rodando muchos pasos complicados, praderas encharcadas y disfrutando de la enormidad del lugar cuando parábamos a tomar un poco de aire. Cuando el sendero se convirtió en una trialera muy pedregosa e inclinada que ya se adentraba totalmente en la nube, lo más sensato fue ahorrar energía en lo posible e intentar no pensar en el largo rato que quedaba hasta el puerto.

Al cabo de un buen rato de arrastrar la bici y el cuerpo hacia arriba, llegamos con alegría al Puerto del Peón. Alegría algunos, más cansancio y desesperación otros, pero todos con alivio al saber que pronto dejaríamos la niebla y el frío y nos comeríamos el bocadillo de jamón.

El inicio de la bajada era muy difícil, hasta tal punto que había que andar muchas zonas porque era un riesgo innecesario a esa altura y esa distancia de la civilización. Sin embargo, los tramos que se podían rodar eran espectaculares: un sendero colgado en una ladera enorme donde realmente te sentías pequeño en medio de millones de rocas.

La parada para el bocadillo nos sentó bien, aunque no tanto la caída de Carlos, que fue poca cosa y en un sitio sencillo, pero que le hizo dar una buena voltereta y precipitarse unos metros por la ladera, con el consiguiente susto y un buen golpe en la espalda baja. Todos respiramos aliviados cuando vimos que no era nada grave, porque un simple hueso roto hubiese supuesto un rescate muy complicado. Aunque fue fruto de la mala suerte, y no de la imprudencia, el resto de la bajada la tomamos con tranquilidad.

Curiosamente, fue a partir de ahí cuando el sendero ya permitía realmente disfrutar y rodarlo al completo, con una buena dosis de concentración y sacando todos los recursos técnicos que se tienen, que no siendo muchos, fueron suficientes para pasarlo en grande. Como diría Paco, la Ibis "se hacía un ocho" en cada curva, me salvaba las barbas en cada escalón y me hizo sonreir cuando paré a esperar a los compañeros y la apoyé en una roca para darle un merecido descanso. Qué pepino.

Desde ese lugar donde esperé, precioso, con un arroyo que bajaba la montaña despeñándose junto a nosotros, hasta Mingo Fernando, el sendero fue aún mejor y más disfrutable. Sin dejar de ser técnico, con rocas, raíces, curvas, pasos estrechos y algún buen escalón, era más asequible y realmente mi entusiasmo fue aún a más al tiempo que las fuerzas iban un poco a menos.

Viendo que Carlos estaba dolorido, obviamos el sendero que nos hubiese llevado faldeando hasta el Collado de la Centenera. El grueso del grupo fue por carretera hasta El Hornillo, luego El Arenal, Mombeltrán y Cuevas.

El Bosnio y yo, quizá un poco con la espinita de habernos perdido el sendero, decidimos en El Arenal subir el puerto con el mismo nombre hasta La Centenera, para conocer un poco esa zona. El Puerto del Arenal puede ser muy duro según cómo lo tomes, pero hicimos los 7 u 8 kilómetros a un ritmo "fuertiflojo" típico del Bosnio, que no nos hizo sufrir en exceso ya que íbamos extrañamente fuertes los dos. Bastante extrañados por ni siquiera haber quitado el plato hasta arriba, pensamos que no todo podía ser tan fácil.

Una vez en el puerto, se nos abrió una vista a la vez triste e impresionante. Una extensión enorme, lo que abarcaba la vista prácticamente, quemada y arrasada de vegetación. Desde ahí, había que improvisar para llegar a Cuevas del Valle, y no era nada fácil, porque había una auténtica maraña de caminos debido a las labores de limpieza del monte y recogida de madera, suponemos.

Efectivamente, no podíamos llegar tan frescos, y tras un par de equivocaciones que nos hicieron afrontar un par de subidas ya muy poco deseadas a esas alturas del día, llegamos a Cuevas tras unas 8 horas de bicicleta. Una jornada laboral, vamos.

Para mí, una de las rutas que recordaré siempre por muchas razones. Uno de esos días que sabes que es duro, pero que pueden disfrutar "cuatro" privilegiados. Privilegiado por estar sano, por tener tiempo para hacer lo que me gusta y "dos duros" para salir un fin de semana de vez en cuando, por la compañía de mis amigos, porque he visto paisajes que pocos pueden disfrutar y menos saben hacerlo y por mil razones más.

Espero llegar a esta edad montando con vosotros.



1 comentario:

linuxx dijo...

Pues si un autentico privilegiado por esas razones y es que tener tiempo y salud para poder disfrutar de lo que te gusta es algo que no se suele apreciar hasta que no lo tienes. Que ganitas tengo de perderme en el monte ahora que solo puedo hacer rutas de 2h maximo.....