14.1.13

Reflexiones y divagaciones sobre el dopaje

El ciclismo, sin haber sido un deporte que despertase verdaderas pasiones y discusiones más que en sus más acérrimos seguidores, parece haberse convertido de un tiempo a esta parte en "un nuevo fútbol". Hasta ahora, cada español, además de su empleo, tenía un cargo autoimpuesto de seleccionador nacional de fútbol o de entrenador del equipo de sus amores, cuando no ambos. Ahora, todos somos también expertos en ciclismo y, por supuesto, en sus entresijos, entre ellos el oscuro doping.

El derecho a la opinión es innegociable, así como la obligación de escucharla, intentar entenderla y respetarla, ya nos parezca acertada o todo lo contrario. Sin embargo, parece inherente a la condición humana la necesidad de llevar al extremo cualquier argumentación, así como la desaforada protección de nuestra verdad mediante la conocida técnica de "oídos sordos" o la más elaborada del "sí, pero yo".

Son muchos años relacionado de alguna manera con "el mundillo". A veces más cercanamente, otras más alejado; a veces, con intensidad, otras con cierta indolencia. Sin embargo, y a pesar de haberme formado una opinión al respecto basada en las miles de fuentes de información que uno recibe, sobre todo de las que considero cercanas al problema y, por lo tanto, autorizadas de alguna manera especial, suelo refugiarme en el relativismo y huyo de posiciones rocosas e inexpugnables.

No es por simple comodidad o por la ausencia de unos idelaes que tengo muy claros. Si el tema fuera sencillo, ya se habría solucionado. Aunque, a veces, incluso los problemas sencillos dejan de serlo cuando existen intereses multidireccionales, como es el caso. Las cosas se complican más aún cuando los encargados de dirigir, organizar y velar por el correcto, y limpio, devenir de un espectáculo o deporte, demuestran ser unos ineptos o unos caraduras, si no ambas cosas.

Los más destacados y mediáticos escándalos de dopaje- caso Festina, Operación Puerto, caída del mito Armstrong...- no han hecho sino impregnar de radicalismo las opiniones de los poco allegados y, lo que es más grave, del aficionado practicante. A un lado, fans incondicionales de dioses que otros encumbraron y ellos abrazaron como el naúfrago abraza un tablón en el océano, con el mismo fanatismo que chorrea el que "es de Messi o de Cristiano". Al otro lado, el que defiende que todos los ciclistas van dopados, y que él mismo podría hacer un Tour si le dopasen igual que a los que se ganan la vida con los pedales.

La inoperancia de la UCI, su desinterés probablemente más de una vez, la relativa indefinición del concepto de doping, los intereses económicos importantísimos y la falta de escrúpulos en ocasiones -quizá falta de opciones en otras- de los ciclistas, no hacen sino convertir un problema de "fácil" solución -está claro que queremos un ciclismo limpio- en una nebulosa donde los múltiples factores que intervienen no invitan a las ya nombradas opiniones "porque sí".

1 comentario:

Anónimo dijo...

La UCI está atada!
Si actúa... se cargaría al 90% del pelotón.
Fín del ciclismo y del negocio, tanto para ellos, como para ciclistas, entrenadores, preparadores etc etc etc.
Es mejor dar imagen de inoperancia y mirar para otro lado si se tercia y seguir con el negocio mientras.